Para un modelo de desarrollo justo, solidario y sostenible.
Varios sucesos han ocurrido en el transcurso de la semana pasada sobre los cuales es menester reflexionar. El primero de todos es la firma del Acuerdo de Preferencias Comerciales (o TLC) por el presidente Bush; el segundo, la manifiesta rebelión de las provincias de la “media luna” contra la imposición constitucional en Bolivia. El tercer hecho, es la entrevista del diario El Comercio a Luis Bedoya Reyes, en el que expresa que el programa del gobierno es más social cristiano que aprista (y da a entender que por ello es “exitoso”). El cuarto, la encuesta nacional de la empresa Apoyo en el que la aprobación al gobierno es sumamente menor que la desaprobación. Y, en contraste, el comunicado del INEI anunciando que en el último mes la economía creció 10,4% respecto al año anterior en el mismo periodo.
Considero que es posible incorporarlos a todos ellos en una reflexión del momento político actual. A pesar del crecimiento sostenido de la economía la gente continúa descontenta, pero a la par se estaría percibiendo en el panorama nacional que este gobierno no aplica precisamente una política “popular” (los índices de desaprobación se dan justamente en los sectores populares), hecho que lleva al propio Bedoya Reyes a reclamarla como suya, y parecería que eso mismo es lo que piensa la gente. Por contraste, se observa lo que ocurre en Bolivia, donde el país está dividido en dos partes. Más allá de los colores de los protagonistas del conflicto, lo que conviene subrayar aquí es la polarización debido a una situación en que las puertas del diálogo han sido cerradas completamente.
“No sólo de pan vive el hombre” es una conclusión que debemos sacar del proceso actual que vive el país. No basta con el crecimiento, el pueblo peruano está buscando mucho más que eso. El pueblo peruano está buscando ser redimido, ser protagonista él mismo de la historia. El crecimiento sigue siendo percibido como beneficio de terceros, no de connacionales. La percepción popular sigue siendo que existen “los de arriba” y “los de abajo”. Y la tajada mayor sigue siendo para “los de arriba”. Cierta o no, esa es su percepción, y muchas veces ésta es más importante que “la realidad”.
El modelo, por tanto, debe ser cambiado, por uno que incluya el crecimiento pero también la exaltación nacional. Y ello no es sólo lo económico, lo es también la cultura, el espíritu. Cada día somos testigos de las contradicciones de un modelo exógeno, enajenante de nuestros valores, generador de conflictos sociales (anomia, corrupción y desarraigo). El Perú profundo (Sierra centro y sur, y el Oriente) se resiste a ello. El rechazo no es gratuito, es la desconfianza frente al modelo extraño, enajenante. Diego de la Torre, presidente del Cade 2007, tuvo el valor de denunciar a los “empresaurios” incapaces de relacionarse antropológicamente (culturalmente) con las poblaciones andinas y nativas. Y no debía haberse referido solamente al sector privado, muchísima gente del sector público adolece de esta carencia.
Esta situación no se resuelve con paliativos (como sostiene el social cristianismo) sino con modelos adecuados de gestión y desarrollo social, surgidos de nuestra realidad (aprismo). Sólo en la medida en que el Partido Aprista y el Gobierno encuentren esa fórmula, en que podamos articular desarrollo económico con desarrollo social, estaremos en capacidad de darle sostenibilidad al actual éxito económico.
Lima, 17 de diciembre del 2007.
Arturo Ojeda S.
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