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CUADERNOS DEL PERÚ por Arturo Ojeda

El problema de la Cultura ambiente y “El Perro del Hortelano”

 

Por Arturo Ojeda S.

 

El Presidente Alan García acaba de publicar en el diario El Comercio la segunda parte de sus reflexiones sobre cómo impulsar el desarrollo sostenido del país, tituladas “El Perro del Hortelano”. Más allá de las propuestas específicas que los ciudadanos y los especialistas discutirán me interesa resaltar el carácter de la observación que provocó al Presidente formular sus reflexiones y propuestas. No hace uso de intrincadas y abstractas teorías económicas y sociales, simplemente observa el carácter de las personas e instituciones de la sociedad formal y el Estado peruanos. De esta manera, Alan García recurre a los instrumentos de la observación cualitativa o socio cultural que han revolucionado a las Ciencias Sociales en los últimos 30 años.

 

Y es que la introducción de los factores socio culturales en el análisis de una sociedad equivalen a la introducción de la variable del continuo espacio-temporal en la física. La incorporación de la cultura en el análisis de las sociedades contribuye a afinar definitivamente cualquier perspectiva. Desde mi modesto punto de vista (desarrollado en mi nuevo libro de próxima aparición), la variable cultural prevista por Hegel en la “Fenomenología del Espíritu” y que no fue cabalmente apreciada por sus seguidores –Marx incluido, quien sí privilegió los aspectos económicos de la vida social- es el componente en el esquema hegeliano que ayuda a superar el enfoque kantiano de la incapacidad de actuar sobre el hecho social en sí (o nóumeno). Se puede y se debe actuar sobre la sociedad, claro que sí, tomando como eje las variables culturales.

 

La cultura vista desde la perspectiva de las ciencias sociales es la forma de actuar de la gente, son las normas sociales, principios y costumbres de una época y trascienden a las propias clases sociales –aunque claro hay matices dentro de cada uno de sus grupos. Esto es justamente lo que analiza Alan García en sus artículos El Perro del Hortelano I y II. En esa medida es importante el parangón que plantea el presidente de la República.

 

Empero, es en las alternativas donde se debe volver al eje del análisis, porque se olvida la importante acción sobre la cultura. En las propuestas expuestas el día de hoy en El Comercio, no se encuentra mayor información a ese respecto. Las medidas son instrumentales mas no sustantivas, lo sustantivo es atacar la concepción patrimonialista de la sociedad, como bien denuncia en el artículo, pero sobre lo cual no se encuentran propuestas concretas, pero que resultarían realmente fundamentales para cambiar de raíz la forma de ser de nuestros compatriotas, en especial de los criollos que perennizaron aquel dicho, “el vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo”.

 

Si sólo erradicásemos el patrimonialismo que denuncia García ya se haría una revolución en el país. Ese patrimonialismo es el que convierte a cada jefe de un área o institución en el capataz de una hacienda andina, de esas donde el dueño vivía lejos y el capataz abusaba de los indios-campesinos. Eso ocurre en el Estado, los partidos políticos y también muchas empresas, todos en conjunto contribuyen  a la desigualdad ciudadana, consistente en la existencia de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda categoría, éstos últimos con muchos deberes y muy pocos derechos. La situación de prestigio social la tiene el ciudadano de primera categoría, con influencias y “vara” política y económica. Éstos no cumplen sus deberes ciudadanos y no “pasa nada” literalmente, para ellos no hay castigos. Ellos son los “menes”, los “faites”. Esos son los referentes de la costa criolla –y que peligrosamente ya están infectando a nuestra cultura andina y amazónica- y que se convierten en el paradigma que siguen los “achorados”, los “alpinchistas”, etcétera, que se han denunciado profusamente desde las ciencias sociales del país.

 

Si importantes sectores del país y el Estado no funcionan es justamente por esa cultura ambiente, alimentada por la cultura rentista y consumista, constituyendo una mezcla peor para el país que la dinamita y el anfo. Específicamente, en el Estado debe combatirse esa concepción patrimonialista de los altos funcionarios públicos –con algunas honrosas excepciones- que convierten al organismo cuya conducción tienen encargada, literalmente en su “chacra”, olvidando los principios de la administración moderna del trabajo horizontal y en equipo, llevándolos a rodearse mayormente de áulicos y ayayeros que no les hagan sombra o no demuestren que ya llegaron al nivel de incompetencia del que se habla en El Principio de Peter. Eso de rodearse de incondicionales nos recuerda al rey desnudo que muy de casualidad y vergonzosamente se dio cuenta que quienes lo acompañaban lo engañaban permanentemente.

 

Por todo ello, no debo sino ratificarme en los conceptos vertidos en mi artículo “Cómo ganar el Mundo Andino” escrito antes de la segunda vuelta electoral del 2006 y que fuera publicado en La Tribuna y que consta en la compilación de mis artículos bajo el título de Renovando el Aprismo, el proceso de transformación social de nuestro país debe iniciarse relanzando nuestra cultura andina y mestiza. Mientras no se haga ello seguiremos siendo un país dividido entre una costa acriollada y excluyente económica y socialmente y una sociedad andina y amazónica pletórica de potencialidades y expectativas, que de no ser promovidas convenientemente se podría convertir en el ámbito de una explosión social.

 

Lima, 25 de noviembre del 2007.

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